Día 3
Aqaba - Wadi Rum
Había tres días señalados en rojo en nuestro calendario del viaje, y hoy nos teníamos que enfrentar al primero de ellos. Todo el mundo nos había dicho que debíamos pasar un día y una noche en el desierto arábigo de Wadi Rum y tengo que reconocer que tenías mis dudas, ya que hace años estuve en el desierto del Sahara y pensé que sería más o menos lo mismo, pero cuan equivocado estaba.
Lo primero que tienes que hacer es decidir con que agencia vas a pasar el día, en internet hay decenas de ellas y la mayoría están publicadas en TripAdvisor, por lo que después de leer unas cuentas criticas puedes hacerte una idea por ti mismo de cual es la que mejor se aproxima a las aventuras que quieres tener en el desierto. Nosotros después de mirar muchas, comparar y leer críticas nos decantamos por Jordan Tracks. La experiencia fue inmejorable, el guía que nos asignaron fue Abdul, un chaval joven con unas ganas de trabajar infinitas que hico de nuestro día en el desierto un recuerdo imborrable.
Nosotros elegimos el "Discovery Day", que básicamente constaba un poco de todo, es decir, un pequeño trayecto a camello, un trecking en un cañón y recorrer el desierto en un todoterreno. Digamos que era pasar un día lo más divertido y variado posible.
Como teníamos que llegar desde Aqaba la propia agencia se encargo de contratar un taxi que nos recogiese en el hotel y nos llevase directamente al pueblo beduino de Wadi Rum. Una vez en la agencia, que no es más que una pequeña casa marrón, nos ofrecieron un té y nos dijeron que nos relajáramos, ya que los beduinos viven sin prisa y sin estrés, por lo que cogimos nuestro té, nos sentamos en dos pequeñas sillas y nos dispusimos a dejarnos llevar por el pueblo del desierto.
Al final de las casas beduinas nos estaban esperando dos camellos para entrar con ellos al desierto, como si de Lawrence de Arabia se tratase cruzamos el poblado a lomos de esos tranquilos animales y nos dispusimos a disfrutar del maravilloso paisaje que se encontraba frente a nosotros. Durante media hora estuvimos recorriendo las arenas comandados por un beduino que hacía lo imposible para que el camello de su derecha no se comise el almuerzo de esa mañana, hasta que llegamos a una enorme duna, donde el jefe de camellos nos dejó a cargo de Abdul, nuestro joven guía que se haría cargo de nosotros durante todo el día. Lo primero que hizo fue decirnos que nos dejaba tiempo para subir a esa imponente duna y poder divisar el majestuoso lugar en el que nos encontrábamos.
Una vez nos hubimos recuperado del maravilloso espectáculo y del esfuerzo de escalar la duna volvimos a bajar y nos metimos en un todo terreno tan destartalado que para arrancarlo no había llave, nuestro joven beduino hacía un puente con los cables cada vez que quería arrancar o parar el coche. Ahora ya estábamos preparados para recorrer el desierto.
Nuestra primera parada fue el Siq Khazali, un espectacular y estrecho desfiladero que se puede recorrer a pie y donde os quedareis maravillados por la belleza del lugar y por los grabados de las rocas. No es muy largo ya que llega un momento que es imposible continuar, pero los pocos metros que se recorren son suficientes para hacerse una idea del lugar.
Nuevamente en el coche Abdul puso música de su país y estuvimos riendo y hablando sobre su casa, el gran desierto de Wadi Rum. Mientras no dejábamos de asombrarnos por cada cosa que veíamos nuestro guía estaba buscando un bonito lugar para comer. El elegido fue detrás de una pequeña montaña, con unas vistas a toda la llanura del desierto y sin rastro de ningún ser humano en kilómetros a la redonda. Sacó tres platos de metal, una olla negra del uso y unas verduras. Después de limpiar los platos con una garrafa de agua se dispuso a cortar las verduras, preparar el fuego y prepararnos una comida exquisita. Sentados en una alfombra, en medio de un desierto, sin mayor compañía que un beduino y disfrutando de unas verduras cocinas a fuego lento uno se da cuenta de lo poco que se necesita para disfrutar de un momento único. Respirar ese aroma a aventura, una compañía inmejorable y sobre todo un silencio completo. Porque hay que reconocer que una de las maravillas de lugares como estos son el profundo y maravilloso silencio, que te recorre todo el cuerpo y donde puedes disfrutar de cada segundo, sin ruidos, móviles, prisas o estímulos externos. Este creo que es uno de los motivos que todos los beduinos que conocimos eran un remanso de paz y alegría, como dicen ellos, la palabra estrés no tiene traducción en su lenguaje.
Había tres días señalados en rojo en nuestro calendario del viaje, y hoy nos teníamos que enfrentar al primero de ellos. Todo el mundo nos había dicho que debíamos pasar un día y una noche en el desierto arábigo de Wadi Rum y tengo que reconocer que tenías mis dudas, ya que hace años estuve en el desierto del Sahara y pensé que sería más o menos lo mismo, pero cuan equivocado estaba.
Lo primero que tienes que hacer es decidir con que agencia vas a pasar el día, en internet hay decenas de ellas y la mayoría están publicadas en TripAdvisor, por lo que después de leer unas cuentas criticas puedes hacerte una idea por ti mismo de cual es la que mejor se aproxima a las aventuras que quieres tener en el desierto. Nosotros después de mirar muchas, comparar y leer críticas nos decantamos por Jordan Tracks. La experiencia fue inmejorable, el guía que nos asignaron fue Abdul, un chaval joven con unas ganas de trabajar infinitas que hico de nuestro día en el desierto un recuerdo imborrable.
Nosotros elegimos el "Discovery Day", que básicamente constaba un poco de todo, es decir, un pequeño trayecto a camello, un trecking en un cañón y recorrer el desierto en un todoterreno. Digamos que era pasar un día lo más divertido y variado posible.
Como teníamos que llegar desde Aqaba la propia agencia se encargo de contratar un taxi que nos recogiese en el hotel y nos llevase directamente al pueblo beduino de Wadi Rum. Una vez en la agencia, que no es más que una pequeña casa marrón, nos ofrecieron un té y nos dijeron que nos relajáramos, ya que los beduinos viven sin prisa y sin estrés, por lo que cogimos nuestro té, nos sentamos en dos pequeñas sillas y nos dispusimos a dejarnos llevar por el pueblo del desierto.
Al final de las casas beduinas nos estaban esperando dos camellos para entrar con ellos al desierto, como si de Lawrence de Arabia se tratase cruzamos el poblado a lomos de esos tranquilos animales y nos dispusimos a disfrutar del maravilloso paisaje que se encontraba frente a nosotros. Durante media hora estuvimos recorriendo las arenas comandados por un beduino que hacía lo imposible para que el camello de su derecha no se comise el almuerzo de esa mañana, hasta que llegamos a una enorme duna, donde el jefe de camellos nos dejó a cargo de Abdul, nuestro joven guía que se haría cargo de nosotros durante todo el día. Lo primero que hizo fue decirnos que nos dejaba tiempo para subir a esa imponente duna y poder divisar el majestuoso lugar en el que nos encontrábamos.
Una vez nos hubimos recuperado del maravilloso espectáculo y del esfuerzo de escalar la duna volvimos a bajar y nos metimos en un todo terreno tan destartalado que para arrancarlo no había llave, nuestro joven beduino hacía un puente con los cables cada vez que quería arrancar o parar el coche. Ahora ya estábamos preparados para recorrer el desierto.
Nuestra primera parada fue el Siq Khazali, un espectacular y estrecho desfiladero que se puede recorrer a pie y donde os quedareis maravillados por la belleza del lugar y por los grabados de las rocas. No es muy largo ya que llega un momento que es imposible continuar, pero los pocos metros que se recorren son suficientes para hacerse una idea del lugar.
Nuevamente en el coche Abdul puso música de su país y estuvimos riendo y hablando sobre su casa, el gran desierto de Wadi Rum. Mientras no dejábamos de asombrarnos por cada cosa que veíamos nuestro guía estaba buscando un bonito lugar para comer. El elegido fue detrás de una pequeña montaña, con unas vistas a toda la llanura del desierto y sin rastro de ningún ser humano en kilómetros a la redonda. Sacó tres platos de metal, una olla negra del uso y unas verduras. Después de limpiar los platos con una garrafa de agua se dispuso a cortar las verduras, preparar el fuego y prepararnos una comida exquisita. Sentados en una alfombra, en medio de un desierto, sin mayor compañía que un beduino y disfrutando de unas verduras cocinas a fuego lento uno se da cuenta de lo poco que se necesita para disfrutar de un momento único. Respirar ese aroma a aventura, una compañía inmejorable y sobre todo un silencio completo. Porque hay que reconocer que una de las maravillas de lugares como estos son el profundo y maravilloso silencio, que te recorre todo el cuerpo y donde puedes disfrutar de cada segundo, sin ruidos, móviles, prisas o estímulos externos. Este creo que es uno de los motivos que todos los beduinos que conocimos eran un remanso de paz y alegría, como dicen ellos, la palabra estrés no tiene traducción en su lenguaje.
Con nuestros estómagos llenos subimos nuevamente al coche para ir a la otra parte de la reserva del desierto y adentrarnos a pie en un enorme y espectacular cañón. La parte del trekking constó en dejarnos en una de las partes de entrada del siq y cruzar todo el desfiladero solos, mientras al otro lado nos estaba esperando nuestro amigo. Deambular por ese lugar con apenas unas tres o cuatro personas más es una experiencia única, verte rodeado de enormes montañas, mientras tus pies se van hundiendo en una arena roja y fina. Subimos pequeñas dunas, cruzamos un par de zonas estrechas y tuvimos que trepar con las manos por zonas creadas por el antiguo paso del agua. Finalmente llegas a la otra boca del cañón y te das cuenta de que estás junto a montañas de arena roja que cubren todo el horizonte.
Para terminar nuestro tour, nos quedaba visitar el famoso puente de roca gigante, que ha salido en muchas películas, como la amenaza fantasma. Para subir hay que trepar por unas hendiduras que se encuentran excavadas en la propia hasta la parte más alta de la colina de roca, desde allí hay que pasar por un pequeño puente de roca donde sólo cabe un pie y con mucho cuidado llegas a la parte central del puente gigante. Desde aquí puedes ver a todos los turistas haciendo fotos hacía arriba a sus amigos que como tú han ascendido ese impresionante lugar para inmortalizarlo. No os olvidéis que hay que bajar, y sin lugar a dudas es la parte más peliaguda, sobre todo si tienes algo de vértigo.
Después de pasar todo el día recorriendo lugares inimaginables con nuestro amigo tocada el momento de ir a nuestro campamento para descansar, cenar y dormir en una maravillosa jaima beduina. El campamento estaba ubicado junto a una gigantesca montaña que servía sobre todo para aislarnos del posible viento que pudiese venir por la noche, ya que como nos explicaron el tiempo es impredecible y aunque en esa época del año no se esperaban tormentas de arena, más valía estar preparados. El campamento constaba de una tienda grande donde uno podía sentarse junto al fuego, una zona abierta que serviría para la época de verano y las jaimas de los turistas. Una vez dejado las mochilas en nuestra jaima nos fuimos directamente a la tienda principal donde habían otros cuatro chicos franceses que habían pasado el día con otro guía de la compañía. No eran muy abiertos por lo que no pudimos intimar mucho con ellos mientras esperábamos nuestra cena. En este caso consistía en una comida cocinada al estilo beduino, se hace un agujero en el desierto, se llena con cenizas ardiendo y se coloca dentro parillas con verduras y carne, a las dos horas todo el calor generado por las cenizas y el desierto consigue cocinar todo con un sabor único. La mayoría de veces se suele cocinar con cordero, sin embargo esta vez nos había tocado comerlo con pollo. La realidad es que estaba realmente delicioso y todos fueron increíblemente simpáticos y abiertos con nosotros. Lo mejor de la noche quedaba por venir, una vez cenado nosotros estábamos tranquilamente sentados disfrutando del momento hasta que nuestro amigo guía vino junto a nosotros y se puso a contarnos cosas de su vida, de como era cada día en el desierto y como no entendía decenas de cosas que los occidentales hacíamos para ganarnos la vida. No pudimos explicarle porque trabajamos tantas horas, ni porque vivimos con estrés, ni mucho menos que la finalidad de la mayoría de la gente es acumular dinero en el banco, nada tenía sentido para él, su familia y las dunas de su tierra eran lo único por lo que tenía sentido vivir. Estos momentos, estos ratitos son la verdadera razón de mis viajes, conocer gente completamente distinta a mí, saber de sus vidas y aprender que mi mundo no es perfecto, sino uno de los tantos mundo que se encuentran en este planeta. Los beduinos, los bereberes, los sherpas.... son pueblos completamente alejados por la distancia, sin embargo tienen una forma de entender la vida muy parecida, son gente llena de alegría, esperanzas y ganas de vivir.
Finalmente decidimos irnos a dormir y nos dimos cuenta en el paseo que hay desde la tienda principal a nuestra jaima que hacía un frío espectacular y aunque había luna llena se podía ver un bonito cielo y sobre todo se podía disfrutar de un silencio profundo y embriagador.
Para terminar nuestro tour, nos quedaba visitar el famoso puente de roca gigante, que ha salido en muchas películas, como la amenaza fantasma. Para subir hay que trepar por unas hendiduras que se encuentran excavadas en la propia hasta la parte más alta de la colina de roca, desde allí hay que pasar por un pequeño puente de roca donde sólo cabe un pie y con mucho cuidado llegas a la parte central del puente gigante. Desde aquí puedes ver a todos los turistas haciendo fotos hacía arriba a sus amigos que como tú han ascendido ese impresionante lugar para inmortalizarlo. No os olvidéis que hay que bajar, y sin lugar a dudas es la parte más peliaguda, sobre todo si tienes algo de vértigo.
Después de pasar todo el día recorriendo lugares inimaginables con nuestro amigo tocada el momento de ir a nuestro campamento para descansar, cenar y dormir en una maravillosa jaima beduina. El campamento estaba ubicado junto a una gigantesca montaña que servía sobre todo para aislarnos del posible viento que pudiese venir por la noche, ya que como nos explicaron el tiempo es impredecible y aunque en esa época del año no se esperaban tormentas de arena, más valía estar preparados. El campamento constaba de una tienda grande donde uno podía sentarse junto al fuego, una zona abierta que serviría para la época de verano y las jaimas de los turistas. Una vez dejado las mochilas en nuestra jaima nos fuimos directamente a la tienda principal donde habían otros cuatro chicos franceses que habían pasado el día con otro guía de la compañía. No eran muy abiertos por lo que no pudimos intimar mucho con ellos mientras esperábamos nuestra cena. En este caso consistía en una comida cocinada al estilo beduino, se hace un agujero en el desierto, se llena con cenizas ardiendo y se coloca dentro parillas con verduras y carne, a las dos horas todo el calor generado por las cenizas y el desierto consigue cocinar todo con un sabor único. La mayoría de veces se suele cocinar con cordero, sin embargo esta vez nos había tocado comerlo con pollo. La realidad es que estaba realmente delicioso y todos fueron increíblemente simpáticos y abiertos con nosotros. Lo mejor de la noche quedaba por venir, una vez cenado nosotros estábamos tranquilamente sentados disfrutando del momento hasta que nuestro amigo guía vino junto a nosotros y se puso a contarnos cosas de su vida, de como era cada día en el desierto y como no entendía decenas de cosas que los occidentales hacíamos para ganarnos la vida. No pudimos explicarle porque trabajamos tantas horas, ni porque vivimos con estrés, ni mucho menos que la finalidad de la mayoría de la gente es acumular dinero en el banco, nada tenía sentido para él, su familia y las dunas de su tierra eran lo único por lo que tenía sentido vivir. Estos momentos, estos ratitos son la verdadera razón de mis viajes, conocer gente completamente distinta a mí, saber de sus vidas y aprender que mi mundo no es perfecto, sino uno de los tantos mundo que se encuentran en este planeta. Los beduinos, los bereberes, los sherpas.... son pueblos completamente alejados por la distancia, sin embargo tienen una forma de entender la vida muy parecida, son gente llena de alegría, esperanzas y ganas de vivir.
Finalmente decidimos irnos a dormir y nos dimos cuenta en el paseo que hay desde la tienda principal a nuestra jaima que hacía un frío espectacular y aunque había luna llena se podía ver un bonito cielo y sobre todo se podía disfrutar de un silencio profundo y embriagador.