Día 1
Madrid - Amman
Nuestro avión salía sobre las ocho de la mañana de Madrid y previa parada en Frankfurt deberíamos llegar a la capital del país a eso de las siete hora local. Entre nuestro país y Jordania hay una diferencia de una hora, por lo que cuando en Amman eran las diez de la noche en España eran aún las nueve.
Debido a que íbamos a llegar tan tarde, teníamos que hacer el tramite del visado y al día siguiente teníamos que madrugar mucho decidimos contratar con el hotel el traslado del aeropuerto al centro de la ciudad. Esto nos evitaría perder más tiempo y sobre todo porque habíamos leído que a esas horas no suelen haber autobuses para hacer ese trayecto.
El trámite del visado es el más rápido que he visto nunca, no hay que rellenar nada ni hacer colas, basta con pasar por el puesto típico con la policía del país y ellos se encargan de rellenar todo, hacerte una foto y ponerte el típico sello, pera que puedas deambular por su país durante los siguientes treinta día.
El hotel elegido fue el Jordan Tower y como ya he explicado más arriba no fue un acierto, aunque céntrico, yo elegiría cualquier otra opción que se te ocurriese.
Como tampoco teníamos mucho tiempo, pero sí estábamos hambrientos, decidimos ir directamente a cenar al famoso restaurante Hashem. Nada mas sentarnos con nuestra cara de turistas nos comentó si queríamos lo que todo el mundo pide, nosotros cansados del viaje aceptamos encantados. Se ve que casi todo el mundo que va pide lo mismo, por lo que tienen como un menú para degustar la comida jordana. Un plato de hummus, otro de yogur con verduras y una buena ración de falafel hicieron las delicias de unos estómagos dispuestos a disfrutar con los manjares jordanos. Todo por supuesto regado con el típico té de la ciudad donde hay veces que te encuentras más azúcar que té. Sin lugar a dudas es un buen comienzo ya que puedes estar en las mesas de la terraza viendo pasar a la gente mientras te vas haciendo a la idea de que estás en Oriente Medio. Las personas de la mesa de al lado nos saludaron y nos dedicaron una gran sonrisa, era el principio de la increíble amabilidad que nos tenía reservado este sorprendente país.
Una vez saciado nuestro apetito decidimos dar una vuelta por el barrio antiguo de Al Balad. Toda esta zona está llena de tiendas divididas por gremios, de tal manera que te puedes encontrar las tiendas de las especias, la de las frutas, la ropa... y así calles y calles llenas de bazares. A diferencia de lo que se puede pensar la mayoría permanecen abiertas hasta altas horas de la noche dándole una agradable vida nocturna a la capital de la del país.
Deambulando por las calles llegamos hasta la Mezquita Al-Husseini. Se encuentra ubicada en una pequeña replaceta donde se puede ver a la gente entrar y salir a la hora de la oración. En Jordania son muy hospitalarios en las mezquitas, aunque en algunas como ésta no se nos permite entrar, ya que están reservadas exclusivamente al rezo.
Antes de irnos a dormir y dar por finalizada nuestra primera incursión a la capital de país nos acercamos al Anfiteatro Romano que se encuentra completamente iluminado por la noche y donde los ciudadanos de la capital lo usan como plaza publica para pasear, charlar o ir de visita con sus parejas.
Entre el cansancio acumulado del madrugón del viaje y sabiendo que al día siguiente nos tendríamos que levantar sobre las tres de la mañana, decidimos dar por concluido nuestro primer día en un país que nos había recibido con los brazos abiertos y con una sonrisa en la cara de sus gentes.
Nuestro avión salía sobre las ocho de la mañana de Madrid y previa parada en Frankfurt deberíamos llegar a la capital del país a eso de las siete hora local. Entre nuestro país y Jordania hay una diferencia de una hora, por lo que cuando en Amman eran las diez de la noche en España eran aún las nueve.
Debido a que íbamos a llegar tan tarde, teníamos que hacer el tramite del visado y al día siguiente teníamos que madrugar mucho decidimos contratar con el hotel el traslado del aeropuerto al centro de la ciudad. Esto nos evitaría perder más tiempo y sobre todo porque habíamos leído que a esas horas no suelen haber autobuses para hacer ese trayecto.
El trámite del visado es el más rápido que he visto nunca, no hay que rellenar nada ni hacer colas, basta con pasar por el puesto típico con la policía del país y ellos se encargan de rellenar todo, hacerte una foto y ponerte el típico sello, pera que puedas deambular por su país durante los siguientes treinta día.
El hotel elegido fue el Jordan Tower y como ya he explicado más arriba no fue un acierto, aunque céntrico, yo elegiría cualquier otra opción que se te ocurriese.
Como tampoco teníamos mucho tiempo, pero sí estábamos hambrientos, decidimos ir directamente a cenar al famoso restaurante Hashem. Nada mas sentarnos con nuestra cara de turistas nos comentó si queríamos lo que todo el mundo pide, nosotros cansados del viaje aceptamos encantados. Se ve que casi todo el mundo que va pide lo mismo, por lo que tienen como un menú para degustar la comida jordana. Un plato de hummus, otro de yogur con verduras y una buena ración de falafel hicieron las delicias de unos estómagos dispuestos a disfrutar con los manjares jordanos. Todo por supuesto regado con el típico té de la ciudad donde hay veces que te encuentras más azúcar que té. Sin lugar a dudas es un buen comienzo ya que puedes estar en las mesas de la terraza viendo pasar a la gente mientras te vas haciendo a la idea de que estás en Oriente Medio. Las personas de la mesa de al lado nos saludaron y nos dedicaron una gran sonrisa, era el principio de la increíble amabilidad que nos tenía reservado este sorprendente país.
Una vez saciado nuestro apetito decidimos dar una vuelta por el barrio antiguo de Al Balad. Toda esta zona está llena de tiendas divididas por gremios, de tal manera que te puedes encontrar las tiendas de las especias, la de las frutas, la ropa... y así calles y calles llenas de bazares. A diferencia de lo que se puede pensar la mayoría permanecen abiertas hasta altas horas de la noche dándole una agradable vida nocturna a la capital de la del país.
Deambulando por las calles llegamos hasta la Mezquita Al-Husseini. Se encuentra ubicada en una pequeña replaceta donde se puede ver a la gente entrar y salir a la hora de la oración. En Jordania son muy hospitalarios en las mezquitas, aunque en algunas como ésta no se nos permite entrar, ya que están reservadas exclusivamente al rezo.
Antes de irnos a dormir y dar por finalizada nuestra primera incursión a la capital de país nos acercamos al Anfiteatro Romano que se encuentra completamente iluminado por la noche y donde los ciudadanos de la capital lo usan como plaza publica para pasear, charlar o ir de visita con sus parejas.
Entre el cansancio acumulado del madrugón del viaje y sabiendo que al día siguiente nos tendríamos que levantar sobre las tres de la mañana, decidimos dar por concluido nuestro primer día en un país que nos había recibido con los brazos abiertos y con una sonrisa en la cara de sus gentes.